LECTIO DIVINA
Oración inicial
Padre celestial, al acercarnos a tu Palabra en el Evangelio de Juan, te pedimos que nos concedas la gracia de la disponibilidad y la humildad. Abre nuestros corazones y mentes para escuchar la voz de Jesús, no solo en las palabras de este pasaje, sino en el profundo significado de su acción. Que el celo por tu casa y la verdad del Templo de su Cuerpo nos transformen y nos impulsen a vivir con mayor coherencia y fe.
Amén.
LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)
Texto Bíblico: Juan 2, 13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quiten esto de aquí: no conviertan en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- ¿Cuál era la función de los vendedores y cambistas en el Templo y cómo su presencia estaba corrompiendo el propósito original de ese espacio, especialmente para los peregrinos pobres?
- ¿De qué manera estoy permitiendo que el “mercado” (la ambición, el ruido, la prisa, la vanidad) ocupe y contamine el “templo” de mi propio corazón, impidiendo el verdadero encuentro con Dios?
- Los discípulos se acordaron de la Escritura: “El celo de tu casa me devora”. ¿Qué significa este “celo” y cómo se manifestó en la acción física y enérgica de Jesús?
- ¿Cómo puedo cultivar en mi vida un “celo” similar al de Jesús, para proteger y santificar los lugares donde Dios se manifiesta hoy (la Eucaristía, los sacramentos, la dignidad del prójimo y la creación)?
MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)
El pasaje del evangelio de hoy, donde Jesús pufifica el Templo de Jerusalén, es un gran signo profético a tener en cuenta. Jesús vio que el lugar sagrado, la “casa de su Padre,” se había convertido en un simple mercado lleno de negocios y ruido. Su acción, fuerte y apasionada, fue una forma de decir: “¡Basta! Este lugar es para la oración y el encuentro con Dios, no para ganar dinero.” Con esto, Jesús no solo estaba enojado por la codicia, sino que estaba anunciando algo mucho más grande: que la antigua alianza estaba dando paso a la nueva alianza en Cristo.
La clave de todo está en lo que Jesús dice después: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré.” Juan nos explica que Jesús no hablaba del edificio de piedra, sino de su propio cuerpo. Esto significa que Jesús mismo es el lugar de encuentro definitivo con Dios. Ya no necesitamos ir a un templo de piedra para que nuestros sacrificios sean aceptados; el sacrificio de Jesús en la Cruz y su Resurrección son la conexión perfecta y final con el Padre. Él es el Templo Nuevo que Dios nos dio.
Aquí es donde entra la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán que celebramos hoy. Esta iglesia, la más antigua y la “cabeza de todas las iglesias” en el mundo, nos recuerda que la Iglesia es la continuación de ese Templo-Cuerpo de Cristo. Al celebrar su dedicación, celebramos que ahora, gracias a Jesús, tenemos lugares sagrados donde podemos reunirnos para adorar y celebrar el memorial del sacrificio redentor de Señor. Pero la enseñanza de Jesús es clara: estas iglesias deben ser lugares de pureza y devoción, lejos de cualquier cosa que se parezca a un negocio o un circo. El celo de Jesús nos exige cuidar el respeto por lo sagrado.
Esta reflexión tiene una aplicación muy personal para cada uno de nosotros. Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, entonces cada creyente, tú y yo, somos como una pequeña capilla, somos “templo del Espíritu Santo”. La purificación del Templo en el Evangelio nos invita a hacer una limpieza en nuestro propio corazón. Debemos sacar de nuestra vida todo aquello que es indigno de Dios: el egoísmo, la ambición desmedida, o la superficialidad. Estamos llamados a dedicar al Señor nuestra vida para que sea un espacio digno donde Dios pueda habitar.
En resumen, la fiesta de Letrán y la acción de Jesús en el Templo nos dicen que Él es el centro. Él es el lugar donde Dios habita y donde el verdadero culto sucede: él es el sacerdote, la víctima y el altar. Al honrar esta Basílica, la “Madre de las iglesias,” celebramos que Dios ha establecido su morada en la comunidad cristiana. Esto nos compromete a vivir con la misma pasión y respeto por lo divino que mostró Jesús, manteniendo limpios y dignos nuestros lugares de culto y, sobre todo, nuestro propio corazón, para que sean un verdadero hogar para el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en comunidad.
- Señor Jesús, te pedimos el don del discernimiento para reconocer y rechazar toda actitud de “mercado” —toda avaricia, egoísmo o hipocresía— que quiera profanar el templo de nuestra alma y el de nuestras comunidades, para que nuestra vida sea un lugar de encuentro sincero contigo.
- Jesús, Templo verdadero de Dios, ayúdanos a creer firmemente en el misterio de tu Resurrección, que es el signo definitivo de tu autoridad y la fuente de nuestra esperanza, para que, recordando tu Palabra, nuestra fe se fortalezca en los momentos de prueba.
CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)
Contempla la escena con la mirada de un discípulo. Mira a Jesús en la Plaza del Templo, envuelto en una “ira” santa. Observa la fuerza de su amor por Su Padre manifestada al purificar el lugar de oración. Siente en tu corazón el impacto de la frase: “El celo de tu casa me devora.” Permite que esta imagen de Jesús celoso y purificador entre en tu vida. ¿Qué mesas y qué monedas debe volcar Él hoy en tu interior? ¿Qué vínculos de apego o de falsa seguridad estás poniendo en el lugar que solo le corresponde a Dios? Luego, mira cómo Él se convierte en el gran signo: el templo vivo, roto y levantado. Descansa en la certeza de que en su Cuerpo resucitado se encuentra el lugar de verdadera adoración y salvación para toda la humanidad.
ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica). Proponemos los siguientes:
- Limpieza Interior: Haré un examen de conciencia para expulsar de mi corazón todo aquello que lo convierta en un “mercado” (envidia, avaricia, materialismo, etc.).
- Cuando esté en el templo procuraré estar en silencio y oración para vivir la Santa Eucaristía con devoción y provecho.
- Cuidaré el templo del Espíritu Santo que es mi cuerpo. No lo profanaré con impurezas y pecados graves.
ORACIÓN FINAL
Señor Jesucristo, te damos gracias por habernos invitado a esta purificación a través de tu Palabra. Tú eres el Templo y el Camino. Que el recuerdo de tu resurrección nos dé la fuerza para vivir con el mismo celo que demostraste por la Casa de tu Padre. Ayúdanos a ser siempre testigos de que Tú has vencido a la muerte y eres nuestra única esperanza. Que podamos hacer de nuestra vida, de verdad, una casa de oración.
Amén.



